AUTOR:Redacción
FECHA:20/12/2011
Hoy vuelvo con la crítica de un restaurante en el que he estado este fin de semana, Tartan. Es hoy en día uno de los restaurantes más de moda de la capital, de esos en los que tienes que reservar con bastante antelación, reservamos con más de un par de semanas de antelación y ellos mismos nos llamaron el día de antes para confirmar la reserva, algo que considero todo un detalle.
El restaurante es divertido, con mesas diferentes unas de otras, todas con bastante amplitud. La decoración hace gala al nombre del restaurante -el tejido a cuadros tradicional en Escocia- pudiéndose ver esta famosa tela en sillones, manteles, uniformes de los camareros, etc. Sin duda es más divertido y bonito en la planta de arriba, aunque la de abajo no desmerece demasiado. La mesa en la que nos sentaron era cómoda y amplia, y los asientos eran unos pequeños sillones individuales la mar de cómodos, tapizados con el ineludible tartan. Eso sí el primer fallo del restaurante es carecer de guardarropa, algo que en el invierno madrileño es un problema y una falta de detalle en un restaurante en el que vas a pagar un mínimo de 50 euros por cabeza.
En cuanto a la comida la carta tiene una selección buena y ajustada de platos tanto para compartir como individuales. En lo que a nosotros se refiere compartimos una ensaladilla rusa con aguacate que era simplemente normalita, y unos conos de bolitas de ternera thai y rusos de pollo crujiente. Estos últimos eran divertidos en su presentación -venían en unos conos metálicos enganchados en una especie de sostén de cucuruchos de helado- pese a la sencillez del plato. En cuanto a los segundos yo tomé una costillas de ternera francamente deliciosas -no tenían las migas con panceta por un problema en la cocina, tendré que volver- pero el plato de mi acompañante, unos daditos de lomo de ternera, trigueros y chips de ajo era bastante poca cosa, sobre todo teniendo en cuanta que los había pedido poco hechos y aquello estaba más pasado que el pasodoble. Finalmente llegamos a los postres. Todos aquellos que me conocen saben que soy un amante incondicional de los quesos, que me parece el mejor invento de la humanidad, solo comparable con el vino. Este tema de los quesos era el mayor atractivo del restaurante para mi y parecía tener una carta muy extensa… pero no es carta, simplemente de los quesos que te describen tienen una selección de cinco… tendré que seguir yendo a Francia para encontrar carritos de quesos… eso sí los que nos pusieron estaban francamente bien, sobre todo el patamulo andaluz.
En cuanto a los vinos tienen una selección bastante equilibrada entre vinos clásicos y vinos modernos, con una representación bastante decente de las denominaciones más pujantes de España. En nuestro caso nos decantamos por un Priorat -sí me ha dado por los vinos catalanes últimamente- bastante conocido y amable: Camins del Priorat. El vino no estaba mal, pero lo tenían demasiado caliente por lo que lo tuvimos que meter unos minutos en cubitera… algo que creo bastante imperdonable a estas alturas y con estos precios.
Al final la cena nos salió por unos 100€ a los dos. A lo que he dicho anteriormente hay que añadir que brindamos con un par de copas de cava rosé bastante decente. Un precio alto pero normal para un restaurante de moda. Un precio que se ajusta al local pero que se queda un poco alto para la comida servida. Sin duda es divertido pero no es de esos que se van a quedar para siempre en tu memoria.
Calidad de la comida: 12/20 (problemas con el plato que pedí primero, primeros demasiado normalitos y el segundo de mi acompañante sin ningún interés); servicio: 15/20 (por lo del vino y por la ausencia de guardarropa); diseño: 17/20 (divertido y cómodo); ambiente: 16/20 (muy agradable y sin ruido); carta de vinos: 15/20 (pierde por el servicio caliente del tindo); calidad precio 14/20
Nota final: 14,5/20
(calidad de la comidad y servicio se valorarán con coeficiente doble)
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